La historia de Caín, al comienzo, no tenía nada que ver con la de Adán y Eva, ni con su descendencia. El escritor bíblico que la recogió u colocó en este lugar, la relacionó con los capítulos anteriores del Génesis, haciendo de Caín en forma “ficticia”, el hijo de Adán. La historia nos descubre es sí, la violencia como factor decisivo de nuestra historia. La historia en sí, según algunos teólogos y exégetas modernos, era parte de las tradiciones de los cainitas o quenitas mencionados en Jue 1:16; 4:17, que pasaron a integrar la historia de Israel. Como sucede en numerosas leyendas antiguas, Caín, el fundador de la tribu, había dado muerte a su hermano, que como tal, era su rival y al haber prevalecido se ha impuesto como fundador. Luego, como ocurre con este tipo de leyendas, el vencedor funda una sociedad con oficios diferenciados como lo expresan los versículos 19-22 del capítulo 4 del Génesis.

Gén 4:19-22 Lamec tuvo dos mujeres: Ada y Sella. Ada dio a luz a Jabel, que fue el padre de los que habitan en cabañas y cuidan rebaños. Tuvo un hermano llamado Jubal, que fue el padre de los que tocan la cítara y la flauta. Sella, por su parte, dio a luz a Tubal-Caín; ése es el que forja toda clase de herramientas en cobre y hierro. La hermana de Tubal-Caín se llamaba Nohema.

Es importante destacar otros aspectos de la historia de Caín y Abel y que generan el conflicto. Abel era pastor y Caín labrador. El pueblo hebreo que era nómada, proyectaron sus propios conflictos con los cananeos sobre cuyos terrenos acampaban y traían sus rebaños. Los israelitas eran los buenos y los labradores (cananeos) los malos: si a ellos los atacaban, eran víctimas, si eran los israelitas los que se imponían a los demás, estaban defendiendo los derechos de Dios. Sobre la descendencia de Caín y luego la descendencia de Set, los autores sagrados incluyeron entre los orígenes del mundo y el comienzo de su propia historia, lo que sabían del pasado de la humanidad. Lo sabían a su manera, ya sea por tradiciones orales o por leyendas. Era necesario a toda costa dar la idea de un tiempo largo, transcurrido desde el comienzo del mundo hasta los antepasados del pueblo de Dios, y no se podían multiplicar los nombres. Así como los babilonios, ponían antes del diluvio a once reyes cuya vida había sido fabulosa, así también los israelitas necesitaban algunos “matusalenes”. Por lo demás pensaban que sus lejanos antepasados habían sido mejores que ellos y que por esa razón habían sido recompensados una vida muy larga. Las cifras, como los nombres mencionados en este capítulo, tienen nombres simbólicos.

Más allá de que si la historia de Caín y Abel fue incorporada de la cultura cananea a la historia de Israel, el hagiógrafo o autor sagrado, se vale de ella para dejar una enseñanza moral y teológica.

El Libro del Génesis, interesado en esta parte en el origen de las diferentes ocupaciones de los hombres, nos dice que Caín se convirtió en agricultor mientras su hermano Abel cuidaba los rebaños. Caín ofreció de los frutos de la tierra; Abel de “los primogénitos de su rebaño y de la grasa de los mismos.” Dios manifestó a los hermanos que Abel y su sacrificio le eran gratos y que, al contrario, rechazaba a Caín y su ofrenda. Si bien el relato no nos dice claramente porque Dios rechaza la ofrenda de Caín, la exégesis moderna sostiene la idea basada en el versículo 7 de la versión de los setenta:

Gen 4: “Si ofreces bien pero eliges mal, ¿no has cometido pecado?”

Esto implica que Caín cometió la falta de presentar a Dios regalos imperfectos, reservando para sí mismo la mejor parte de los productos de la tierra. Sin embargo, San Agustín, que estaba bajo la influencia de los Septuaginta, entendió la elección de otra manera. Caín, nos dice, le dio una parte de sus bienes a Dios, pero no le dio su corazón. La continuación de la historia nos muestra la mala disposición del corazón de Caín. San Juan dice que Caín mató Abel porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran justas (1 Juan 3:12), y leemos en hebreos que “por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más excelente que Caín” (Heb 11:4). Caín se encoleriza por el rechazo Divino. En los versículos 6 y 7 del capítulo 4 del Génesis encontramos el reproche y la advertencia de Dios:

Gen 6-7 “¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar.”

Esta observación psicológica, puesta en boca de Dios, es la voz de la conciencia del hombre, que a su vez es la voz de Dios. Cuando el hombre se halla preparando algo contra la ley de Dios, oye la voz preventiva de la conciencia enseñándole el buen camino que debe seguir. Si obra bien, puede estar orgulloso de sus acciones, mientras que, en caso contrario, si tiene malas disposiciones, el “pecado está a su puerta”, es decir, se halla como una fiera dispuesta a entrar y caer sobre la presa. Caín pudo resistirse a la tentación pero no lo hizo y la historia de la Biblia continúa relatando el terrible crimen nacido de su enfado y sus celos, mata a Abel. El homicida, atormentado por su propia conciencia, se ve forzado a huir de aquellos lugares, que le recuerdan a su hermano y el crimen en él cometido. Y huye, sin poder detenerse, perseguido por la sombra de su víctima y la acusación de su conciencia, temiendo que una mano vengadora descargue sobre él un golpe mortal.

No debemos perder de vista que en las narraciones bíblicas se quiere ante todo destacar ideas religiosas, morales o cultuales. Esto tiene aplicación sobre todo en estos primeros capítulos, relativos a la historia primitiva de la humanidad. Dios, que reveló a los hombres las verdades fundamentales tocantes al origen de las cosas y del género humano desde el punto de vista religioso, como criaturas de Dios, no ha querido darnos a conocer las incidencias de la historia de la humanidad.